Amar en Silencio
Es difícil en estos momentos de convulsión e incertidumbre mantener un equilibrio interior que permita una visión clara, ecuánime y desapasionada de las cosas, de la vida y de sí mismo. Por eso, todo esfuerzo debe estar dirigido a centrarse en sí, tener una visión clara de sí mismo, tomar conciencia interior.
Hay que explorar el interior del alma y controlarse continua, inflexiblemente, para adquirir una conciencia profunda y sentir el mensaje de la Renuncia.
El hombre llama amor a un sentimiento fugaz que se desvanece rápidamente con el tiempo y los cambios; con la misma palabra designa al instinto, a la pasión, al compañerismo y la amistad; no tiene otra para nombrar al mismo tiempo su anhelo de libertad y plenitud interior, espiritual. Todo se hace una misma cosa, todo se confunde, la ilusión envuelve siempre a los sentimientos contradictorios y nunca se halla al final del amor lo que se soñaba alcanzar.
El ser ha de tomar conciencia de su propia fuerza interior, concentrarla en sí y volcarla en un puro y simple acto de amor de ofrenda, de entrega, de Renuncia, a la Divina Madre.
El alma debe morir en su entrega continua de amor, para que su amor humano sea todo consumido y transformado en la llama purísima del Eterno y Divino amor.
Sólo la Renuncia hace del amor natural un amor sobrenatural. No es en la búsqueda de la propia satisfacción y felicidad donde se halla la paz, sino en el amor que se da, sin esperar nada, sin ansiar nada, donde el pequeño corazón del hombre se transforma en el Celeste Corazón de la Divina Madre.
Si en el amor se pudiera hacer diferenciaciones, se podría decir que hay dos amores: el primero, con todas sus gamas, del cual se puede hablar y explicar; el segundo, que se vive en el silencio, en el misterio interior del alma.
El primero no es sólo el amor humano, sino también el amor humano que tiende a hacerse divino: toda esa aspiración ferviente del intelecto y del corazón que busca elevarse, purificarse, sublimarse y que se siente a veces como impulsos casi irresistibles, llenos de plenitud, de ansia de entrega, de ofrenda.
Siempre se caracterizan por la intensidad de la vivencia que despiertan; son grandes movimientos emotivos y sensibles. Esto puede ocurrir a veces durante el ejercicio de la meditación o en cualquier momento, al hablar con un alma, frente a un bello cuadro, ante la frase de un libro.
Pero existe otro amor que no tiene tantos signos sensibles; es más bien un estado de amor que no se sabría explicar en qué consiste, pero que lleva cada vez más hacia adentro, hacia el silencio del corazón.
Es algo que no se quisiera tocar, sino dejarlo allí, en el tabernáculo secreto del alma; no arrastra como una llamarada ardiente, pero tampoco se apaga; siempre está allí como una seguridad infusa similar a la del niño que, seguro en el regazo de su madre no piensa ni siente; sólo sabe que está y no quiere irse de allí.
A través de este toque en el corazón la Divina Madre conduce al alma a la verdadera vida interior, aquella que no se gasta en palabras ni en sensaciones, pero que afirma al ser en su centro divino y se transforma en una conciencia espiritual cada vez más plena y total.
Por eso cuando se ora y especialmente cuando se medita, no hay que buscar la repetición de algún estado sensible, sino ir hacia el interior con palabras y pensamientos muy simples, cada vez más adentro, más profundo, al silencio insondable del corazón, para escuchar allí la voz de la Divina Madre que habla en silencio.
Santiago Bovisio
LA ORACION
La oración es un medio ascético místico excelente de la vida espiritual, pero, al mismo tiempo, es la plenitud de la vida interior al transformarse en vida divina por el contacto permanente con la Divina Madre.
La oración es vida; por eso no se comprende fácilmente. Toda comprensión humana es sólo una comprensión y no puede abarcar la amplitud de los estados interiores ni las fuerzas vivas que se ponen en juego en la ascética mística de la vida espiritual.
SOBRE LAS ENSEÑANZAS
La función básica de las Enseñanzas del Maestro Santiago es guiar al yo por el Camino de la Renuncia, indicando las mejores relaciones con el mundo natural y humano en esta larga etapa de Acuario que recién se inicia. Si se estudian con detenimiento, se verá que las mismas establecen conceptos y recomendaciones que son opuestos a las formas del mundo moderno: ante el afán de posesiones aconseja el desprendimiento; frente a la locura de los placeres enseña la austeridad de las costumbres; para la violencia y el crimen recomienda quietud y silencio; referente a la sociedad actual caótica, ruidosa y desintegrante, dice: «Sed extranjeros; vivid en el mundo como si no pertenecierais al mundo».
Las Enseñanzas, más que consejos morales y buenas intenciones, dan guías operativas y prácticas para trabajar metódicamente con el alma: meditaciones de los más avanzados tipos; el examen retrospectivo y su mecanismo; ejercicios de concentración y de contemplación, etc. Todo lo que el Maestro sabía y practicaba personalmente, y practicaban sus discípulos, está allí.
Las Enseñanzas no pretenden cambiar el mundo directamente, no es un programa político. Enseñan al individuo a vivir las leyes universales según el modo de la Era de Acuario, y cuando los hombres aprendan a vivir las normas que establecerá el Maitreya, el mundo cambiará automáticamente.
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